Desde la primera nota, el grupo conquistó por la maravillosa calidad de su sonido. Sin dudas, ese logro no se explica solo por la destreza de los intérpretes y la calidad de sus instrumentos, sino por una hermandad de 32 años haciendo música juntos».
Jaime Donoso El violinista Cenek Pavlik, el chelista Marek Jerie y el pianista Ivan Klansky integran el renombrado Trío Guarneri de Praga, que el martes se presentó en el Teatro Municipal de Las Condes, en la temporada internacional «Fernando Rosas» de la Fundación Beethoven. Es su octava visita a Chile y dada la profunda huella que dejan en cada oportunidad, debieran ser invitados permanentes.
Románticas fueron las tres obras interpretadas: el Trío, Opus 2, del checo Josef Suk (1874 -1935), el Trío, Opus 8, de Brahms y el Trío Nº 2, Opus 66, de Mendelssohn.
Suk escribió su pieza a los 15 años y el resultado es de una sorprendente madurez. Se deja ver la influencia de Dvorak (que habría de ser su suegro) y el impulso juvenil está moderado por un terso lenguaje refrescado por un inconfundible melodismo bohemio. El breve segundo movimiento, Andante, de gran sencillez y ternura, tiene las características de un intermezzo entre dos movimientos rápidos y brillantes.
El Trío, Opus 8, de Brahms es una cumbre de la música de cámara. Compuesto en 1854, sufrió una revisión radical por parte del compositor en 1889, y esa versión fue la oída en este concierto. La obra representa fielmente el estilo brahmsiano: ricas y complejas densidades opuestas a pasajes de una dulzura que apela directamente a la emoción, como fue la sección central del Scherzo , espléndidamente tocada, una real «invitación a la danza».
El Trío Nº 2 de Mendelsson, es menos popular que el Trío Nº 1. Aunque separados por solo 5 años, es una propuesta mucho más elaborada. Luego del Andante espressivo del segundo movimiento, mezcla de canción sin palabras y barcarola, en el Scherzo aparece el casi infaltable ambiente feérico de Mendelssohn. En el impetuoso movimiento final, emerge repentinamente en el piano una especie de «coral», que frena momentáneamente el frenesí, pero que sujeto a sucesivas transformaciones lleva a una arrebatadora conclusión.
Desde la primera nota, el grupo conquistó por la maravillosa calidad de su sonido. Sin dudas, ese logro no se explica solo por la destreza de los intérpretes y la calidad de sus instrumentos, sino por una hermandad de 32 años haciendo música juntos. Todo en el Guarneri es superlativo y resulta superfluo hacer una inacabable lista de alabanzas. Solo decir que, además, transmiten la alegría y el goce de hacer música de cámara, un placer único.
Fuera de programa, el trío interpretó magistralmente (cómo no) la última danza-canción (Dumka) del Trío, Opus 90, «Dumky», de Dvorak.