El conjunto celebra los 70 años del Estado de Israel con una gira sudamericana. La Fundación Beethoven los programó para este lunes, con el Concierto para violín de Tchaikovsky y la Sinfonía N° 1 de Brahms.
Romina de la Sotta Donoso
Un fuerte acento romántico tendrá la próxima función de la temporada «Fernando Rosas», mañana, a las 19:30 horas, en el Teatro Municipal de Las Condes. La Fundación Beethoven programó a la Orquesta Sinfónica de Jerusalén con dos obras masivamente conocidas de Tchaikovsky y Brahms.
Nacida en 1938 como una orquesta de cámara, y dependiente del Palestine Broadcasting Service, hoy sigue dependiendo de esas emisoras estatales, pero tiene 100 integrantes. «Todos son israelíes provenientes de distintos países, así que en los ensayos se oyen seis idiomas distintos, incluyendo el español. Pero los hacemos un 90% en hebreo, y un poco en inglés, más el italiano para las definiciones artísticas, por supuesto», cuenta Yeruham Scharovsky. Este músico israelí nacido en Argentina fue el elegido por la Sinfónica de Jerusalén para una gira sudamericana por siete ciudades, la que cerrará este lunes en Santiago
Scharovsky ha colaborado con esta orquesta desde 1984: «Hemos hecho decenas de grabaciones y conciertos, y esta es la quinta gira internacional que realizamos juntos, pero es la primera vez que la orquesta viene a Chile y Perú. En cada concierto ha habido una standing ovation de 15 minutos y muy buenas críticas. En Río de Janeiro escribieron que si bien la orquesta no tiene el nombre de Viena o Berlín, su sonido no está bajo ellas. Además, esta gira tiene un significado especial, por el 70 aniversario del Estado de Israel».
Grandes románticos
Y como todo conjunto de una cadena radial estatal, la Sinfónica de Jerusalén tiene un compromiso con la música de ese país. «Todas las semanas presenta una obra de un compositor israelí, hasta el día de hoy. Yo mismo he grabado decenas de obras de compositores israelíes nuevos con esta orquesta», asegura Scharovsky.
Por lo mismo, todos los conciertos de la gira los están abriendo con «Hora», una pieza de Marc Lavry (1903-1967), compositor letón-israelí que se formó y trabajó en Alemania, pero se radicó en Israel, en 1935. La pieza se inspira justamente en la danza homónima tradicional, de Europa del Este, y Lavry la incluyó en su poema sinfónico «Emek» («Valle»). «Se relaciona con la fundación del país, los pioneros de Israel bailaban esta danza, todas las tardes después de trabajar y antes de tomar las armas para cuidar su campo», detalla el director.
Las otras dos obras son muy conocidas y exhiben dos caras muy distintas del Romanticismo. Una será el archifamoso Concierto para violín (1878), de Tchaikovsky, que contará con el solista invitado Itamar Zorman (Tel Aviv, 1985), quien obtuvo medalla de plata en la Competencia Tchaikovsky de Moscú, en 2011.
«Este concierto de Tchaikovsky es un gran desafío para virtuosos, de tipo acrobático, y él lo supera con una sonrisa. Él sencillamente no sabe lo difícil que es, porque es un prodigio», asegura Scharovsky.
El programa se completará con la Sinfonía N° 1, de Brahms, quien la compuso entre 1862 y 1876. «Tomó mucho tiempo en escribirla, porque lo amenazaba la sombra de un gigante, que era Beethoven. Sin embargo, la hizo de manera tan perfecta que cuando uno estudia la forma Sinfonía, estudia la Primera de Brahms y no una de Haydn o Beethoven, que son los padres de la sinfonía», comenta el director. «Pero aparte de esta construcción tan perfecta, contienen un bagaje emocional impresionante, lleno de sentimientos, emoción y profundidad. Es música tan bonita, tan profunda, y sus melodías se conectan tan íntimamente con los auditores. Es una de las pocas obras que tanto el público como los músicos y el director adoran», agrega.
Son dos romanticismos distintos. «Los rusos desarrollaron su propio estilo, como si el resto del mundo no existiera, igual que los alemanes; claro que los alemanes influyeron en todo el planeta», cierra Scharovsky.