«Las frecuencias que oía peor las iba utilizando menos», señalan los responsables del artículo, publicado en el último número del ‘British Medical Journal’ (BMJ), que cada año dedica un especial navideño a informes sobre temas curiosos. Después de analizar varias de sus obras y observar los registros, el tipo de notas, la instrumentación, etc., los investigadores concluyeron que, efectivamente, su patología sí parecía haber influido en su arte. «Al principio, la pérdida de audición empezó con las notas más agudas […] A medida que la sordera avanzaba, Beethoven tendía a usar más las bajas y medias».
Él era consciente de lo que le estaba pasando y así lo reflejaba en una carta que le envió en 1801 a su amigo y médico Wegeler, en la que confesaba su preocupación por esta situación. Intentaba compensar esta deficiencia. «En 1814 se sirvió de una trompeta para poder oir sus composiciones y en 1817, con el mismo objetivo, hizo construir un piano con cuerdas más tensas».
Una sordera de origen desconocido
La sordera de este gran compositor no estaba provocada por la música, sino por una enfermedad. Según Jaume Rosset, director médico del Instituto de Fisiología y Medicina del Arte de Terrasa (Barcelona), «existen varias hipótesis al respecto. Como en el siglo XVIII y XIX aún no había ni herramientas para diagnosticar ni los conocimientos que hoy en día tenemos, no se sabe con claridad el origen. Algunos estudios apuntan a la inflamación de los intestinos y otros hablan de sífilis». Por ese desconocimiento, evolucionó con tanta rapidez. «En cuestión de 10 años, de 1814 a 1826, se quedó totalmente sordo», apostilla el especialista español.
Si hubiera sido una sordera causada por la música, la progresión habría sido más lenta. Como recuerda el doctor Rosset, «más del 40% de los músicos acaba teniendo alteraciones de audición más o menos graves debido a su actividad musical». Por ejemplo, «los violinistas se vuelven más sordos del oído izquierdo» (el instrumento está más cerca de este lado) y si en la orquesta están situados delante de las trompetas, mayor es la pérdida de audición. Sin embargo, «el proceso va muy despacio y raramente llegan a quedarse sordos». Aunque no les influye de forma tan marcada como a Beethoven, con el tiempo, asegura el doctor Rosset, «los intérpretes empiezan a tocar un poco más fuerte y los compositores tienden a componer con las frecuencias que pueden identificar».
El problema es que proteger frente a este traumatismo acústico no es tan fácil. «Si le reduces la audición a un músico, le modificas su capacidad para trabajar, pierde los agudos, las tonalidades, la definición, etc.», según Rosset. Hasta la fecha era imposible, pero ahora «existen unos tapones expresamente diseñados para los músicos, que reducen la intensidad pero no la calidad». Aunque aún no está muy extendido, los expertos recomiendan este protector a todos los músicos y compositores, trabajen en bandas, orquestas o como solistas.
Otro de los inconvenientes en este sentido es que, muchas veces, «al ser una sordera de progresión lenta, los músicos no se dan cuenta hasta que está muy avanzada y ya la audición perdida no se puede recuperar. Por eso recomendamos que los músicos expuestos al menos cuatro horas al día deberían hacerse revisiones anuales». Una vez que se detecta, se pueden establecer medidas de prevención, como «intentar que las paredes absorban más el impacto acústico, los tapones especiales, aumentar la separación con otros instrumentos de la orquesta…».
Sin diagnóstico y sin tratamiento, lo cierto es que la sordera de Beethoven no le impidió seguir dedicándose a la música, puede que incluso forme parte de su genialidad y, sin ella, quizás sus obras no serían como las que hoy conocemos, las que le han otorgado el ‘título’ ser uno de los compositores más importante de la historia.
Fuente: www.elmundo.es